Se necesita formar escuchadores y generar espacios de silencio

Dulcinea Cardozo

Poeta, editora, militante antimanicomial, docente universitaria, con formación en psicología. Trabaja en la Universidad de la República, en el Área de Cooperativismo y economía social y solidaria en el Servicio Central de Extensión y Actividades en el Medio. También integra el Espacio Cultural Bibliobarrio, un colectivo autogestionado cultural y antimanicomial. Además es integrante de Sancocho, colectivo de editoriales autogestionadas y la Tienda Ecosol, tienda de gestión colectiva de emprendimientos de economía social y solidaria.

El siguiente texto presentado a continuación es una transcripción de la participación de Dulcinea Cardozo en el Conversatorio #1 Comunicación y cooperativas

Parte 1

Lo primero que quiero hacer es ubicar desde dónde estaré versando hoy. Cuando me hicieron la invitación pensé en que, más que hablar de los problemas de comunicación de las cooperativas, podría hablar de los emprendimientos de la economía social y solidaria, entendiendo que las cooperativas son una expresión, más que de las cooperativas o el cooperativismo en particular. Me parece que está bueno aclarar y compartir que, en alguna medida y por más que luego refiera a ejemplos de alguna cooperativa, siempre va a estar esa mirada o esa perspectiva de los emprendimientos de la economía social y solidaria que en definitiva son emprendimientos de gestión colectiva.

Por otro lado, también soy docente de la Universidad de la República, y desde ahí estaré compartiendo algunas cosas, porque una es todas las partes de las que forma parte. En particular, estuve pensando en mi experiencia en primera persona, como integrante de distintos procesos colectivos. Todas las cosas que una comparte son en función de la infinidad de conversas que ha tenido. Para ordenar algunas de las ideas que iba a compartir, hoy conversé con mi compañero, Gabriel Picos. Finalmente, quería plantear que me enfocaré en la dimensión de lo que se podría llamar la comunicación interna de las organizaciones.

Siguiendo algunas referencias teóricas de Deleuze y Guattari, podríamos decir que hay una apropiación de los sentidos por parte del capitalismo. Uno de los motivos de los emprendimientos y experiencias de comunicación tienen que ver con ese plano de lo estético y lo simbólico. Hay algo del capitalismo que se ha apropiado de los sentidos, y hay una dominación sobre la palabra y la imaginación. Sobre eso es necesario producir nuevos sentidos y nuevas prácticas sociales.

Al entender que estamos en una sociedad donde hay una saturación de información quiero partir de una imagen, de un vacío. Del vaciamiento de la palabra. Y una imagen muy poética que trae Deleuze es que lo que se produce son palabras sin gente. A partir de esa imagen, de ubicarnos ahí, se me ocurren algunos problemas, que tal vez son de comunicación, que eran los que quería traer. Son dos en particular, y tienen mucho que ver con el plano de la formación política. A veces, cuando se presentan problemas que se enuncian como problemas de comunicación, aparece la dimensión de la formación, se piensa en mejorar el mensaje y quién emite ese mensaje. Y poco se piensa en quiénes reciben el mensaje y cómo se trabaja esa otra parte de la comunicación.

En relación con eso quería traer algo que he venido pensando a partir de algunas lecturas vinculadas al pueblo indígena maya Qánjob’al de México. Quizá ellos dirían que lo que hay, en realidad, es un problema de escucha, y que tenemos que formarnos como escuchadores y no tanto como oradores que quieren mejorar cómo hablar en una asamblea para transmitir mejor sus ideas. También están los que prefieren no hablar porque otra persona lo dice mucho mejor. Lo que se necesita es formar escuchadores. Me gusta ese concepto porque rompe con las palabras típicas. Yo nunca escuché esta palabra hasta que leí a estos compas. Esta idea nos permite movernos de algunas ideas más cómodas de qué es comunicar.

También hay algo trillado con escuchar. Entonces, ¿cómo pensamos esto desde otro lugar? El aprendizaje es que lo que necesitamos es formarnos como escuchadores. ¿Cómo podemos formarnos en esto del oír y el escuchar? Cuando estamos oyendo, y no escuchando, estamos dando nuestro significado a eso que oímos. Cuando escuchamos, el movimiento que tendríamos que poder hacer es poblar las palabras de la persona que habla. Poblar la palabra de esa persona que dice y que, a su vez, tiene múltiples voces que la habitan. Cuando escuchamos se escucha quién lo dice, qué dice, y no solamente lo que dijo. Ahí me pregunto y dejo para pensar ¿cómo se hace carne en esa persona eso que se dice?

Esto implica conocer al otro y a la otra. Porque si no, los que actúan ahí son los prejuicios: «Habla una mujer de tal clase social». Pero no habla tal persona que tiene tal historia y tales características. ¿Quiénes son esos compas que forman parte de nuestra experiencia y nuestro colectivo? Se trata de sabernos como compañeras y compañeros y construir ese nosotres que siempre es heterogéneo. Y siempre va a ser así porque nuestras historias singulares son distintas a cualquier otra.

Ahora se habla mucho de las cooperativas de jóvenes. Y ahí aparece la homogeneización pura y dura. Pero en cada cooperativa hay de todo, y eso nos permite generar esa producción de escucha, en cómo nos vamos conociendo y reconociendo para esa construcción. Eso implica construir espacios de confianza para poder contarnos nuestra historia y sobre nosotros mismos. No vamos a contarle a cualquiera, por más que trabajemos hace miles de años juntos, nuestra historia y lo que nos pasa. Se lo vamos a contar a aquellas personas con las que sentimos confianza y afecto. Cuando hablamos de que algunos de los problemas de comunicación necesitan de una formación política, estamos hablando de una política de los afectos. Tiene que ver con ejercitar la pregunta. El ejercicio de la pregunta es bastante importante. Y también trabajar los gestos de lo cotidiano.

Escuchaba el conversatorio #0, allí Valentina traía el ejemplo del feminismo. Es un ejemplo bien lindo pensar cómo el feminismo para generar su proceso de comunicación hacia lo externo igual tuvo que generar procesos internos que implicaron esa práctica micropolítica. Cuando estamos hablando de patriarcado lo especificamos en cosas concretas que tienen detrás historias de vida en las que nos vemos reflejadas: «Y, sí, claro, eso nos pasa a todas». Eso implicó un proceso micropolítico, de una mirada interna y de ejercitar ese escucharnos. Me pareció que ese fue un ejemplo bien específico.

Lo otro que quería decir era la necesidad de generar espacios de silencio entre tanto ruido. Solemos hablar de cómo tenemos que hablar, decir, producir. El silencio no solo en la palabra, sino de poder estar en espacios de soledad. Ahí hay una pregunta fundamental y es cómo las organizaciones pueden producir esos espacios de silencio. Estos son los espacios para generar procesos más singulares de pensamiento, que siempre surgen a partir de un montón de conversas y prácticas de nuestra vida. Momentos que permiten pensar en qué podemos sacar en limpiode todo esto. Sin esos momentos son pocos los procesos colectivos de autogobierno y autoorganización que podemos generar. Y, por ende, transmitir, comunicar. ¿Qué tanto pueden aportar y producir las organizaciones en estos espacios de silencio?

Quería poner un ejemplo muy chiquito que me permitió pensar en esto, es el de Bibliobarrio, el espacio donde estoy. Muchas veces llegamos a espacios como la asamblea y muchos compas no han podido pensar nada sobre el tema que íbamos a trabajar y que quedó pendiente de la asamblea anterior. Muchas veces es porque si una compa tiene un hijo muy chiquito y trabaja un montón de horas, no tiene ningún espacio de silencio y de estar sola, literalmente. ¿Cómo va a tener tiempo para pensar y traer propuestas si la organización no genera estos espacios de silencio? ¿Cómo hacer para que la organización propicie espacios de silencio, que a veces son más singulares que colectivos, para generar nuestro propio pensamiento y luego ir a los espacios de intercambio que nos van a constituir como colectivo?

Parte 2

Este valor de ser cooperativa, o parte de la economía social y solidaria, es algo a comunicar. Para mí es fundamental poder compartir por qué se elige ser cooperativa o un emprendimiento de gestión colectiva y no otra cosa. Incluso partiendo de la base de aquellos que simplemente implican la recuperación de la fuente de trabajo y quizá no tengan esa idea de transformación social que ha circulado mucho por acá. Porque eso, de por sí, es lo que hace carne en esas personas, y eso hace que de repente ya no sea lo mismo un emprendimiento textil que recuperó su fuente de trabajo y que implicó un proceso de lucha importantísimo, más allá de si ha traspasado o no las paredes de esa recomposición. Por más que muchas veces implique reproducir roles de cómo venía trabajando, porque igualmente implica movimiento. Detrás de eso hay una lucha por no quedarse sin laburo. Algo tan simple y tan importante como eso. El poder compartir eso tiene que ver con cómo se encarna.

Ahora compartían el ejemplo de los audiovisuales y me recordaba una campaña que hizo la Red de Agroecología en función de la situación que están viviendo, vinculada al proceso de certificación. Para difundir qué hace la red realizaron unos videos en la voz propia de los productores y las productoras, los consumidores y las consumidoras y distintos técnicos que trabajan vinculados a la agroecología. Cuentan qué significa para ellos y ellas lo que aporta la red, la certificación participativa y su importancia a partir de su historia y sus procesos desde las distintas voces.

Está bueno pensar las voces con relación a la idea planteada, acerca de si hay gente que compra determinados productos porque son emprendimientos de economía social y solidaria. Ahí también hay algo para problematizar sobre cómo trabajamos eso, cómo generamos procesos de sensibilización política, porque no solo tiene que ver con comunicar que estamos produciendo de otra manera, sino también con que tenemos que consumir de otra forma. Eso es una tarea de todas y de todos. Incluso de esa cooperativa que produce alimentos. Ahí hay algo que está bueno para pensar respecto al valor agregado del cooperativismo.

Miraba la libreta de los compas de subte que trae una frase, que está también en su página web, que dice: «Cooperar, una idea simple y potente que elegimos para trabajar juntes». Esa es una frase potente, y se vuelve más potente cuando veo que la escribieron algunos compañeros que conozco. Sé que se trata de una práctica concreta y no es un eslogan. No son unas palabras que quedan ahí. Cómo se encarnan estas cosas en vidas concretas, en personas concretas con nombre y apellido, y no en la ficción, permite otras cosas. Por supuesto que la invención nos permite y nos permitirá muchas cosas, y si no avanzamos en esa imaginación, nos limita. Hay algo en cómo conectar que hace a esa potencia de pensar ese valor agregado de algo a decir, en cómo se encarna, y es donde se puede ver vibrar ese agregado de valor.

Después me quedo pensando en cómo circula la palabra. En esta idea de los referentes de comunicación. Y cómo esto de lo que nos habla es de las relaciones de poder. Si no hablamos de las relaciones de poder y cómo se producen en ese colectivo, lo que vamos a hacer es cambiar de referente. Podrá funcionar de otra manera, pero se repite el problema porque no trabajamos sobre las relaciones de poder y cómo ejercemos nuestros roles y tareas en función de quiénes somos.

Esto tiene algo que ver con la escucha y cómo conocernos. Para poder escuchar al otro tengo que saber quién es, tengo que conocerlo, tengo que tener esa cotidianidad y compartir espacios concretos. Y esta idea de poder ampliar la autonomía. De alguna manera, la construcción de autonomía siempre es en alguna medida la posibilidad de hacer crecer los distintos mundos que somos, que nos habitan. Es importante pensar esa idea de autonomía siempre dialógica y que implica sabernos de nosotros mismos para poder hacerlo.

Por ahí mencionaban el tema del registro de las asambleas y las reuniones. Y eso es algo para trabajar en la interna. ¿Cuántas veces pasa que estamos en una reunión y quien registra es la única o el único que lo hace? Podría ser rotativo incluso, pero el resto no registra nada. Si ahora hiciéramos un registro de lo que estamos hablando, nuestros apuntes serían todos distintos. Porque registramos lo que nos resuena. Eso es un pasito de esa elaboración que no estamos haciendo. Luego, nos quedamos con eso que se registró y nos olvidamos de esas conexiones que están buenísimas, que aparecen en el momento, que no las registramos, pasó el tiempo y se fueron. El ejercicio del registro a veces está en eso: en que sepamos cómo registrar un acta de asamblea, que tiene sus características porque no se registra absolutamente todo, sino algunas decisiones. Y en realidad hay otra forma de pensar el registro que tiene que ver con cómo estamos resonando con lo que está aconteciendo ahí, que tiene que ver con el registro más singular. Que también, en definitiva, nos va a permitir construir y elaborar otras cosas.

Cómo hacer para que eso que queremos decir pueda ser. Los zapatistas dicen algo interesante sobre la toma de decisiones, esta idea de llegar a un consenso, de llegar a una decisión donde quepamos todos. Que nos sintamos todes identificades con eso que se está diciendo, y que no quede en que se termine diciendo lo que surge de la mayoría y algunos no nos sintamos representados. Construir eso lleva mucho tiempo. Implica construir la posibilidad del decir.

Cierro con este ejemplo. Bibliobarrio es un colectivo cultural y antimanicomial. Tenemos una biblioteca barrial, hacemos actividades culturales, tenemos una editorial artesanal y la integran compas que son usuarios y usuarias de salud mental. Lo voy a decir con ese nombre, que tiene grandes discusiones dentro del equipo. No logramos llegar a un acuerdo. Aunque somos un colectivo superchiquito, nos ha costado mucho, y nos cuesta hasta el día de hoy, construir esa forma de decir y de hablar desde el colectivo que efectivamente sea compartida por todos y todas.

Eso ha implicado distintos espacios de intercambio entre nosotres. Unos donde estamos todes, otros donde estamos algunes, otros para cuidarnos y decir cómo estamos. Distintos espacios donde lo que circula son distintas formas de decirnos lo que decimos. Porque no le decimos a todas y todos de la misma manera lo que pensamos, lo que sentimos, lo que nos ha pasado, lo que no, lo que soñamos, lo que estamos imaginando.

La generación de espacios de distinto tipo nos permitió ir construyendo esa narrativa, esa posibilidad del decir que es necesario trabajar para que no quede de forma individual: quien lo puede hacer, lo hace, y quien no, es un problema de la persona. Utilizo a propósito la palabra individual. El problema queda capturado en la persona y no se atiende como un problema del colectivo, porque no estamos generando espacios donde eso pueda acontecer y producirse.

Otras intervenciones en este conversatorio

El tema del “problema de comunicación”. Es un latiguillo, es un punto en común que las organizaciones utilizan para referirse a cualquier problema que a veces no tiene nada que ver con la comunicación. Hay problemas organizacionales que se terminan[...]
Tenemos que vivir con el prejuicio del otro que me escucha. Antes de empezar a hablar ya estoy pensando, “te estoy hablando a vos que tenés déficit atencional”, o “a vos que casi siempre me tenés una respuesta hecha”, entonces[...]